22.1.13

Educar en el asombro




"Matar la imaginación, el asombro y la creatividad de un niño para inculcarle cuanto antes y contra su naturaleza una actitud razonable es típico de una sociedad fría, cínica y calculadora. Hacemos a los niños a nuestra medida. El niño es un adulto pequeñito".

Catherine L' Ecuyer


Entrevista sobre el libro publicada en el diario La Vanguardia y que no tiene desperdicio. Un libro en el que no reside la verdad absoluta, pero invita a sus lectores a pensar y reflexionar sobre la educación. Un libro para recomendar a padres, padres en construcción y profesores que algún día serán padres:


"¿Por qué no llueve hacia arriba?!", me preguntó mi hijo. Qué tierno.En realidad no buscaba una respuesta, es la manera que tienen los niños de admirarse ante una realidad que es pero que podría no haber sido. El asombro es el motor de la motivación del niño.
 Chesterton decía: "En cada niño todas las cosas del mundo son hechas de nuevo y el universo se pone de nuevo a prueba". Un niño ve por primera vez el cielo, y estrena el cielo. Crece maravillado por lo que le rodea. Si te fijas, de camino al cole las madres tiran de los niños, sólo las abuelas caminan junto a ellos.

Una observación de la que aprender. Los niños se paran maravillados porque han visto algo que brilla en el suelo, y las madres dicen: "¡Deja esa porquería!".  El asombro es el deseo de conocimiento, es no dar el mundo por supuesto, por eso debemos educar en el asombro. El asombro requiere libertad interior.
Según Santo Tomás de Aquino, hay dos fases en el conocimiento: la primera es el descubrimiento y la invención, y la segunda, la disciplina y el aprendizaje. Hemos invertido el orden: en las escuelas se aprende de fuera hacia dentro, no de dentro hacia fuera.

Sufrimos el síndrome de la sobreestimulación debido a unos cuantos experimentos con ratas: pusieron unas ratas en una jaula oscura y otras en un laberinto con ruedas y rampas. Las segundas resolvían mejor los problemas. Así llegaron a la conclusión de que a más estímulos, más inteligencia.

Entre la carencia de estímulos y el exceso debe haber el punto medio. Hoy los estudios relacionan la sobreestimulación con problemas de aprendizaje. Estamos en la era de las pantallas en las que creamos niños saturados. Inocentes series infantiles tienen una media de 7,5 cambios abruptos de imagen por minuto. Cuando esos niños se enfrentan al ritmo de la vida real, todo les impacienta y aburre.

Las pantallas estridentes turban el único aprendizaje sostenible del niño: descubrir el mundo por sí mismo y a su ritmo. Einstein decía que la fórmula del éxito era el trabajo, más el juego, más el silencio. Nunca habíamos tenido tanta información y nunca habíamos aprendido tan poco.

Es una preocupación mundial, el premio Nobel Herbert Simon decía que la información consume atención de quien la recibe. En consecuencia, una gran cantidad de información crea un empobrecimiento de la atención.
La multitarea es hoy habitual en niños.Y ya sabemos que dividir la atención la merma. El niño sobreestimulado se convierte en un adolescente que lo ha visto y lo ha tenido todo, tiene el deseo bloqueado.

El sistema educativo tampoco ayuda pues todos nacemos originales y morimos copias, decía Carl Jung. En lugar de sacar lo mejor de cada uno, el sistema educativo inculca. Y se amolda al supuesto "nuevo ritmo infantil" a base de pantallas. Sin embargo, los altos directivos de empresas tecnológicas de Silicon Valley mandan a sus hijos a un colegio de élite que hace bandera de no utilizar tecnología en las aulas. ¡Qué gran controversia!


Sí, desde nuestro punto de vista son como caracoles, y sin embargo ellos tienen la clave de la felicidad: vivir con intensidad y asombro cada momento presente. Eso es natural para los niños, no se lo robemos, pues educar en el asombro es educar al niño en el agradecimiento por la vida, por la belleza y el misterio que le rodea.

1 comentario:

  1. Acabo de copiar la referencia para leerlo en cuanto tenga un hueco :) Anotado.

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